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Cieza.es | 30 de abril de 2021 a las 12:13
Testigos de otro tiempo, las cabinas de teléfono con techo, puertas y recubrimiento de cristal son un elemento singular y simbólico de la ciudad. Pueden que pasen desapercibidas, pero todavía quedan algunas. Aunque ya se encuentran en desuso y han perdido su función original, muchas de ellas han sido restauradas y conservadas por ayuntamientos gracias a acuerdos de cesión con Telefónica. Algunas voces piden activar un plan de conservación y evitar que un patrimonio que nos pertenece a todos caiga en el olvido y termine desapareciendo. Los viandantes que todavía posan su mirada sobre ellas son en realidad unos perfectos agrimensores del recuerdo. Su clásica estampa es una especie de mapa en relieve de nuestra propia vida.
De pronto apareció un cartel distinto entre otros. Ya no se trataba de la última oferta de una tienda de electrodomésticos, ni de una persona que se ofrece para cuidar ancianos o limpiar una casa, ni del alquiler de un piso. Sobre uno de los laterales del habitáculo acristalado alguien había puesto el siguiente rótulo: 'Fuera de servicio'. En el momento en que la última cabina de Telefónica del modelo con puerta está a punto de ser desmantelada sobreviene una cierta sensación de nostalgia. Cuando este elemento del paisaje urbano desaparece, la calle pierde lo último que le quedaba del siglo XX. Sin embargo, algunos vecinos lanzan la idea de lo contemporáneo como algo que preservar para el futuro.
Nadie echará de menos el teléfono público, pero nunca más podremos introducir monedas por una ranura para poder hablar con alguien mientras se observa la vida pasar tras el cristal. El tiempo las hizo cómplices de las personas que no disponían de teléfono en casa. Quizá lo que sucede es que se nos están desapareciendo las cosas de toda la vida y empieza una nueva época de teléfonos inteligentes que, paradójicamente, no se utilizan para hablar. Decayeron por ley inexorable de los nuevos tiempos. No obstante, estas reliquias de los años 60 puede que desaparezcan definitivamente en breve y solo quede el recuerdo de la película 'La cabina' (1972) de Antonio Mercero.
Los tonos amarillo y blanco dominan una fachada en la calle Mesones donde el edificio de Correos sirve de telón de fondo a una cabina de teléfono modelo Garza, aquellas con techo y puertas de cristal, en desuso. Actualmente sirve de soporte de anuncios publicitarios y a menudo se ve sometida al vandalismo. Carece de las puertas de cristal que tenía originalmente. Se rompieron y no se pueden sustituir porque estas puertas ya no se fabrican. A este problema se le suman las pintadas, los cristales rotos, el mal estado de los teléfonos o, directamente, el robo de los aparatos. Es, por citar otro ejemplo, la lamentable imagen que presenta la cabina ubicada en el jardín del Partido, a la altura del Camino de Murcia.
A finales de 2017 surgieron las primeras voces en Barcelona que ponían el foco en la salvación de estos elementos del paisaje urbano por su valor patrimonial como pequeñas bibliotecas informales, donde los ciudadanos pueden coger libros y devolverlos en otra cabina. Otros países, como Reino Unido, han reconvertido sus famosas cabinas rojas como puestos para servir cafés. En la actualidad proyectos como el de la ciudad condal continúan poniendo en valor unos elementos que han visto pasar buena parte de la vida cotidiana. Porque cada cabina es una historia, y es necesario hacer pedagogía para concienciar de la importancia de estos vestigios del pasado, ponerlos en valor y rescatarlos del olvido.